La transmisión oral podría explicar el desprecio del que fueron objeto los cantores de las iglesias durante el medioevo, lo cual a nuestro juicio, no solamente estuvo determinado por: un prejuicio respecto al trabajo no intelectual,sino por el hecho de que:
La función esencial de mantener y reproducir un conocimiento básicamente anónimo, los convertía en meros objetos.
A pesar del profesionalismo que pudieron alcazar en el dominio de la técnica del canto, sus escasos o nulos conocimientos sobre la teoría medieval de la música, así como la falta de relación que existía entre las actividades del cantor y el musici (forma en la que eran designados los monjes dedicados a especulaciones teóricas sobre la música) podrían justificar las palabras de Guido D’ Arezzo, a comienzos del siglo XI:
Musicorum et cantorum magna esdistantia, isti dicunt, illi sciunt quee componit musica, am qui facit, quod no sapit, deffinitur bestia
(Es inmensa la distancia que hay entre músicos y cantores; estos cantan, aquellos conocen canto constituyela música. Al que hace lo que no sabe se le puede definir como bestia)»
(Gerbert, 1784 II: 142).7
En la medida en que la figura del compositor se fue delineando con mayor precisión, el cantor adquirió un estatus hasta ese momento desconocido, dado por su nueva función de realizador, intérprete o comunicador de lo que comenzaba a convertirse en una proyección individual del sentimiento y pensamiento artístico del compositor. La transformación entre dichas relaciones fue expresada por Marchetto de Padua a comienzos
del siglo XIV:
Músicos y cantores se hallan en relación de dependencia en elsentido de que el primero ordena y el segundo ejecuta las órdenes recibidas,del mismo modo que el «juez manda al heraldo”, siendo el cantor un poco “como el instrumento en las manos de su artífice”‘
(Apud. Fubini, 1988: 113).
Maria de Los Angeles Córdoba
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